.
“Cuando la ciencia no llega al pueblo, la enfermedad se queda en el pueblo.”
¿Por qué no controlamos la hidatidosis en la Argentina?
Hoy necesitamos hacernos una pregunta honesta:
¿Por qué no hemos podido controlar la hidatidosis en la Argentina?
Es un interrogante que debemos asumir los técnicos, los funcionarios de salud y ganadería, la academia y quienes definen políticas sanitarias.
Hace setenta años, Ramón Carrillo, sanitarista argentino hoy en el billete de $2000, escribió una frase que sigue vigente:
“Solo sirven las conquistas científicas en salud, si éstas llegan al pueblo”.
Y sin embargo, las herramientas, el conocimiento y las estrategias que tenemos no están llegando a quienes más las necesitan.
Hace una década, en un encuentro internacional de hidatidología en Buenos Aires, el dirigente rural peruano Antolín Huáscar Flores nos hizo un llamado de atención que todavía resuena:
“Les agradecemos sus investigaciones, pero necesitamos que sus logros se apliquen. Mientras ustedes siguen discutiendo, se siguen enfermando los hijos de los campesinos”.
Lo que dijo para Perú vale, palabra por palabra, para nuestra realidad. También aquí se siguen enfermando los hijos de los campesinos argentinos.
En otra reunión, la colega Natalia Casas, especialista del Ministerio de Salud, formuló una pregunta directa:
“¿Por qué la hidatidosis sigue siendo la zoonosis con más casos y fallecidos en la Argentina? ¿En qué estamos fallando?”
La respuesta es incómoda, pero clara:
no supimos —como Estado, como sistema científico y como sector productivo— aprovechar el conocimiento, las herramientas y las estrategias disponibles.
Por eso, el control de la hidatidosis debe ser reformulado.
La buena noticia: en 2025 la hidatidosis es controlable
Hoy sí es posible controlar la hidatidosis, si organizamos el trabajo bajo un marco común de Una Sola Salud: personas, animales, ambiente y alimentos, coordinados.
¿Qué se necesita?
- Ámbitos endémicos bien delimitados ruralmente
- Conducción estatal (municipal, provincial o nacional)
- Metas, presupuesto, cronograma y responsables identificados
- Acciones simples, simultáneas y sostenidas en el tiempo
Los nuevos programas deben ser integrados, multisectoriales, transdisciplinarios y con participación comunitaria.
¿Dónde empezar?
En los lugares donde el problema está vivo y medible:
perros con el parásito, ovinos/caprinos con quistes y niños con hidatidosis.
Esas son las áreas prioritarias.
¿Qué hacer? Las tres medidas que sí funcionan
- Desparasitar perros en forma periódica (praziquantel)
- Vacunar ovejas, chivas y demás hospedadores intermediarios (Hidatil EG95)
- Impedir que los perros coman hígados y pulmones con quistes
No hay misterio, ni excusas técnicas. El conocimiento existe y las herramientas también.
Lo que falta
- Decisión política donde hay niños enfermos
- Asignación sostenida de recursos para no empezar y abandonar
- Coherencia entre instituciones y continuidad en el tiempo
Porque donde hay niños con hidatidosis, no hay opción: el control no es una sugerencia, es una obligación ética y sanitaria.
“La hidatidosis no se erradica con discursos:
se erradica con decisión, continuidad, controlando faena, desparasitando perros y vacunando ganado.”
Una enfermedad que aún no pudimos controlar
En la Argentina, los registros oficiales del Ministerio de Salud muestran altas tasas de hidatidosis quística, lo que la convierte en la zoonosis con mayor cantidad de casos notificados del país.
A nivel mundial, la OMS estima que en cualquier momento del año hay alrededor de un millón de personas afectadas por hidatidosis, distribuidas en más de 153 países con casos registrados.
En el plano nacional, si a los datos oficiales se suman los casos subnotificados que los especialistas infieren a partir de la vigilancia local, la incidencia real podría alcanzar unos cuatro nuevos casos por
A pesar de los esfuerzos de los distintos organismos involucrados, y de más de cincuenta años de trabajo, la hidatidosis sigue siendo en la Argentina un grave problema sanitario y socioeconómico. Afecta especialmente a los pequeños productores rurales, coincidiendo con los sectores campesinos más pobres y vulnerables del país.
La educación sanitaria, el control de la faena y la desparasitación periódica de los perros —actores claves en el ciclo del parásito— permitieron erradicar la enfermedad en territorios insulares como Islandia, Groenlandia, Tasmania y Nueva Zelanda. Sin embargo, en las regiones continentales de Sudamérica esos logros aún no pudieron reproducirse.
Hoy siguen enfermando ovinos, caprinos, bovinos, porcinos y llamas, afectando la economía ganadera y manteniendo la presencia de quistes hidatídicos que perpetúan el ciclo parasitario.
Y, lamentablemente, también continúan enfermando niños, tanto en la Argentina como en otras regiones del mundo.








